Me has engañado, ¿por qué? La promesa de valor sin valor
Si eres gallina, no quieras poner huevos de avestruz.
No hay nada que dé más rabia que una promesa que no se cumple. Esa sensación de traición y decepción mezclada con la frustración de quien esperaba algo de nosotros que no se ha llegado a dar. Es lo que ocurre con la promesa de valor de las marcas que, sin piedad, nos engañan una y otra vez.
A menudo las marcas nos quieren vender sus productos o su filosofía a través de una promesa de valor. Esto genera unas expectativas en nosotros como consumidores que, a través de una comunicación eficaz, hace que queramos comprar o compartir el producto o servicios que nos ofrecen. Las promesas de valor son muy reconocibles en productos cosméticos. Por ejemplo: «si usas ‘tal crema’ rejuvenecerás 20 años». Y lo cierto es que lo único que rejuvenece es la cartera del dueño de dicha marca.
Por algún extraño motivo hemos asumido que ciertas cosas simplemente no funcionan pero, aún así, seguimos consumiéndolas. ¿Cuántos anuncios hemos visto en los que el detergente «AHORA SÍ» deja la ropa blanquísima? ¿Qué pasa? ¿Que en su versión anterior, en la que nos decía que era la blancura inmejorable, nos estaban engañando? ¿Es que acaso han descubierto que el blanco puede ser aún más blanco y así cada 6 meses? Lo triste es que simplemente son meras fórmulas de marketing en lo que lo nuevo siempre parece mejor, aunque su beneficio sea escaso o nulo. «¿Es nuevo? Lo quiero». Y así ocurre con cremas, detergentes, bebidas, con la moda…